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Bajos fondos (Samuel Fuller, 1961)

Bajos fondos (Samuel Fuller, 1961)

El rasgo definitorio que más me impresiona del estilo de Samuel Fuller es su imaginación para el empleo intensivo de los diferentes recursos existentes en el arte cnematográfico con fines eminentemente narrativos, no exclusivamente esteticistas. En sus mejores obras administra (ralentizándolo o acelerándolo)  visceralmente el tempo narrativo, utiliza con fortuna la profundidad de campo (en el filme que nos ocupa se puede observar en diferentes momentos en los que existen personajes en primer y en segundo término, valga como ejemplo la muerte del padre del personaje protagonista), el plano secuencia y la elipsis (muerte de la niña), domina el encadenado, cuida la iluminación, crea brillantes asociaciones visuales ( Tollly Devlin oberva en los momentos iniciales de Bajos Fondos la caja fuerte de su amiga con la que mantiene una relación materno-filial, precedente que supondrá una información importante para el espectador cuando más tarde se nos muestre en un plano de detalle el movimiento de sus manos), utiliza brillantemente los decorados (el callejón en el que empieza el filme es el ámbito propio de los desclasados protagonistas), administra e inserta con apasionante eficacia los primeros planos (presentación del protagonista masculino en un primerísimo plano en el que la iluminación resalta sus vivos ojos, posteriormente la protagonista femenina es presentada en un primer plano en el que tras una puerta entreabierta aparecen sus expresivos ojos), los planos generales, y otorga especial importancia a las miradas de los actores.

Su cine, exaltación vitalista de la muerte o de la fatalidad (y por lo tanto entendida como aventura), es de una fisicidad abrumadora en algunos momentos y en otros se sitúa dentro de lo que se podría denominar como "estilización realístico-poética".

Es cierto que en el filme objeto de la presente reseña existen algunos excesos propios de la concepción apasionada que su autor posee de la narración cinematográfica, el mayor de los cuales es el subrayado que se puede observar con facilidad en algunas escenas que, de manera demasiado enfática, aclaran una y otra vez, la procaz vileza de los antagonistas.

Bajos fondos ocupa un lugar de privilegio en la filmografía de su autor: resulta de similar calidad que las que son a mi juicio sus mejores logros, el exepcional western Cuarenta pistolas (1957) y la vitalista fantasía sórdida de espíritu romántico Una luz en el hampa (1964)., y  superior a las notables Balas Vengadoras (1949), Fied Bayonets (1951), Manos peligrosas (1953), Casa de Bambú (1955), Crimsom Kimono (1959), Corredor sin retorno (1961) o el tan sorprendente como magnífico drama romántico Perro blanco (1982).

Cineasta aún infravalorado en la actualidad (no se valora lo suficiente su categoría artística reparando demasiado en su aparente irregularidad), poseedor de un estilo visceral, apasionado, pródigo en recursos estético-narrativos, comprendió a la perfección la importancia de la utilización, intensiva y libre de convenciones, de los recursos que el lenguaje cinematográfico ofrece al creador. Inluso en filmes tan precarios y estimulantes como el esbozo de instinto aventurero Arma de dos filos (1970), Samuel Fuller demuestra lo antedicho.

Puntuación: 4,5/5

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