El silencio de un hombre (Jean Pierre Melville, 1967)
Ese verdadero mixtifori compuesto por teorías metacinematográficas y vaguedades posmodernas que constituye, por lo general, el corpus intelectual de defensa de El silencio de un hombre resulta irritante por dos motivos. El primero de ellos es que se elude cualquier análisis mínimamente objetivo del filme: no existe ningún análisis pormenorizado de la labor de puesta en escena, se despacha con parcos adjetivos la labor fotográfica, no se analiza ni se argumenta las cualidades (si es que existen) de su banda sonora, se suelen considerar como satisfactorios superficiales comentarios sobre la labor interpretativa del reparto del filme, no existe ningún análisis crítico del guión
El segundo motivo que provoca enervación en la sensibilidad de cualquier analista prudente es (careciendo del análisis antes expuesto) la lluvia incesante de complacientes elogios hacia esta obra de Jean Pierre Melville.
A modo de sucinta exposición, que no pone remedio a las carencias analíticas antes expuestas, les transmito que la pretendida sobriedad que se observa en la puesta en escena responde a la vacuidad del guión y no es más que una reiterativa exposición carente del más mínimo atisbo de inventiva y elaboración*1. La insistente y burdamente subrayada soledad de ese personaje principal (personaje principal pobremente dibujado por el guión y la realización a pesar de ser el núcleo de la narración) se expresa a través de largos planos medios y generales de excesiva duración acompañados de la práctica inexistencia de diálogos creándose así una apariencia de frialdad y distancia analítica cuando simplemente es una narración pobre fruto de las debilidades de guión y realización. No existe tensión dramática interna (Melville no la crea) en las diferentes escenas por las que pululan escasos personajes de motivaciones desconocidas para el espectador inmersos en una escasa trama policial cuyo fin último es un remedo de conclusión nihilista a todos los niveles.
El análisis pormenorizado de los motivos por los que convendría calificar negativamente al filme que es objeto de reseña excede el objetivo de este humilde blog, que no es otro que suscitar conatos de reflexión puramente cinematográfica. El lenguaje cinematográfico es la arcilla con la que se da forma a los filmes y El silencio de un hombre es un filme con escasa materia prima que está alejado de lo que intérpretes sociológicos *2 y filósofos posmodernos intentarán hacerles creer.
Puntuación: 2/5
*1. El mejor ejemplo de elaboración de puesta en escena lo encontramos en los momentos iniciales, cuando, después de los créditos iniciales, el personaje roba un automóvil y se detiene en un semáforo. Melville encadena una serie de zooms y contraplanos entre el protagonista y otra conductora que otorgan tensión interna a esos instantes.
*2. Resulta exasperante la proliferación de argumentos que, en el ámbito de la crítica, exceden de lo realmente observado en un filme confundiendo de este modo lo accesorio con lo principal, o, estableciendo un símil jurídico, la reflexión obiter dicta con el ratio decidendi Un filme puede suscitar debates, pero la enjundia del debate suscitado no puede confundirse con las cualidades objetivamente consideradas.
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