Reflexiones frente a la incandescente pantalla. Digresiones.
Hace poco leí, en la afortunada soledad de mis aposentos, una entrevista a Miguel Marías que suscitó una serie de reflexiones sobre los asuntos que en ella se trataban (y sobre otros que no se trataban) y que a continuación les traslado.
Miguel Marías comentaba su especial obsesión por volver a revisar las veces necesarias los filmes para analizarlos convenientemente. Es evidente que el primer visionado es incompleto y, aunque nos esforcemos en relacionar elementos o captar la mayor cantidad de matices, el análisis debe realizarse a lo largo del tiempo. Siento temor por la concepción excesívamente consumista del cine.
En mi caso, además de visionarlos enteros, repito las escenas más enjundiosas de muchos filmes las veces que sean necesarias con el objetivo de estudiar su planificación, su fotografía , la función de su banda sonora, las miradas de los actores...
Creo recordar que he visto con sumo detenimiento multitud de veces los minutos iniciales de Duelo al Sol, varias escenas de Los contrabandistas de Moonfleet, las escenas finales de Gardenia Azul, la escena inicial en el bar de Johnny Guitar, la llegada de Ethan en Centauros del desierto, la bellísima introducción de El hombre que mató..., la muerte de la protagonista en Topaz, diversas escenas de Los violentos años 20, algunas partes de Der Verlorene, casi todas las escenas de El manantial, algunos fragmentos de Retorno al pasado, el final de Adiós a las armas de Borzage... Infinitas escenas, momentos de máxima intensidad y brillantez cinematográfica que suelo descifrar con gozo una y otra vez.
Estoy de acuerdo con Marías en que determinadas obras que no obtienen mi beneplácito durante el primer visionado deben ser revisionadas para buscar en ellas. A veces el resultado de esta segunda (o enésima) oportunidad es la comprensión total de filmes que mantenían ocultas la totalidad o parte de sus virtudes. Ejemplos, entre muchos otros, claros de esto son El jardín del diablo, Vorágine, La caída de limperio romano, Cleopatra, Una mujer en la playa, La huella o La taberna del irlandés.
También ocurre lo contrario; algunos filmes no resisten las revisiones en profundidad, en diferentes niveles: Sed de Mal, Ciudadano Kane (parte de la obra de Welles), Duelo de titanes, Yojimbo, Moulin Rougue (Huston) o las películas de la Hammer...
Como él entiendo el cine como un arte, no como una simple evasión o divertimento.
Por otro lado debo agradecerle (a él y a Garci, principalmente) el magnífico, ejemplar, canónico, programa que nos hizo descubrir tantos directores y obras de interés (recuerdo especialmente mi descubrimiento de Kurosawa con una emisión de Los siete samuráis). Era un programa civilizado, didáctico, entretenido (en el mejor, si existe, sentido del término) y enriquecedor.
Discrepo, sin embargo, con él en el poco interés que me suscita Bergman y algunos directores del panorama actual que él cita como interesantes.
Me agrada su visión exigente pero abierta del arte cinematográfico y también coincidimos en el diagnóstico sobre el estado de la crítica.
Debo aclarar que, al margen de la entrevista, nos separa un tema de trasfondo ideológico: mi radical oposición a cualquier tipo de subvención al cine y a cualquier tipo de actividad cultural. Mi oposición se debe a mi creencia de que el Estado no puede intervenir, condicionar, ni planificar de ningún modo la creación artística.
El cine español está en una situación precaria porque, entre otros motivos, las subvenciones crean una situación de competencia desleal (de desventaja insalvable para los no subvencionados), de planificación ideológica y una manipulación del natural desarrollo del mismo. Se subvencionan muchos filmes que no se van a estrenar y, aunque lo hagan, no van a ser vistos por nadie porque a nadie interesan.
El cine español debe ser más o menos rentable y debe ser libre.
Seguiré en otro momento con el desarrollo de estos y otros temas.
Enlace con la entrevista: http://www.miradas.net/2006/n51/estudios/mmarias.html
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