Crítica número 52: El diablo es una mujer (Josef von Sternberg, 1935)
Entre sueños de muerte y renacimiento divisé España.
En una España imaginaria, estilizada (cualidad necesaria en toda obra artística trabajada intelectualmente), en la que se mezclan sueño, pompa vienesa, carnaval veneciano y farsa, Josef von Sternberg narra una historia de perdición amorosa, de degradación y locura.
Desde su inicio, en unas calles abarrotadas por el inicio del carnaval que acentuará el carácter de farsa y de irrealidad de lo que sucederá durante el metraje, Sternberg se muestra pletórico, eléctrico, original, mágico en sus soluciones narrativas. La utilización de la banda sonora es muy inteligente (tonos trágicos para la inicial aparición de la guardia civil, temas españoles que acentuan el fatalismo festivo de la historia), la fotografía da relieve onírico al escenario y los actores realizan su labor con extraña perfección.
La labor artística de Sternberg alcanza aquí uno de sus puntos culminantes, incluyendo matices, elementos desconcertantes, acertando en la interacción entre escenario-acción, modulando el tono de su obra desde lo cómico-bufonesco a lo trágico, regalándonos un final de perfección inexplicable... Una auténtica obra maestra que hereda las virtudes del cine mudo en cuanto a su expresividad (gesticulación de los actores, decorado, climatología, humo...) y muestra a Dietrich en toda su grandeza artística.
Desde su inicio, en unas calles abarrotadas por el inicio del carnaval que acentuará el carácter de farsa y de irrealidad de lo que sucederá durante el metraje, Sternberg se muestra pletórico, eléctrico, original, mágico en sus soluciones narrativas. La utilización de la banda sonora es muy inteligente (tonos trágicos para la inicial aparición de la guardia civil, temas españoles que acentuan el fatalismo festivo de la historia), la fotografía da relieve onírico al escenario y los actores realizan su labor con extraña perfección.
La labor artística de Sternberg alcanza aquí uno de sus puntos culminantes, incluyendo matices, elementos desconcertantes, acertando en la interacción entre escenario-acción, modulando el tono de su obra desde lo cómico-bufonesco a lo trágico, regalándonos un final de perfección inexplicable... Una auténtica obra maestra que hereda las virtudes del cine mudo en cuanto a su expresividad (gesticulación de los actores, decorado, climatología, humo...) y muestra a Dietrich en toda su grandeza artística.
Puntuación: 5/5
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