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Dos en la guillotina (William Conrad, 1964)

Dos en la guillotina (William Conrad, 1964)

 

El gran mago Duquesne, retirado hace 20 años después de la desaparición de su mujer, ha fallecido. Después de celebrar el sepelio se procede a la apertura de su testamento: deja en herencia 300.000 dólares a su única hija (que no le conoce al estar separada de él desde su infancia) con la única condición de que ésta pase siete noches en su misteriosa mansión...

Dos en la guillotina no es un filme de terror (al contrario de lo afirmado recurrentemente) sino que se puede definir como un melodrama con matices románticos y situaciones de suspense que muestra las consecuencias que en la mente de un mago se producen debido a un trágico accidente por él provocado en una de sus arriesgadas actuaciones.

Nos encontramos de este modo ante un filme que gira en torno al mundo de la magia y la locura. Su desarrollo está repleto de referencias a la magia (un conejo que aparece como elemento de distensión dramática, trucos o trampas macabros, utensilios propios de tal actividad...) y funciona como una gran pantomima: ninguno de los sucesos a priori misteriosos lo son en realidad y todo lo ocurrido en la mansión del gran Duquesne no es más que un último y agonizante juego de magia...

William Conrad confecciona una puesta en escena repleta de aciertos:

a) El espectador ve a los protagonistas a través de los objetos de la mansión (planos medios a través del fuego, del arpa...) provocando una sensación de furtiva observación por parte de un tercero que resulta coherente con lo que sucederá en los momentos finales del filme.

b) En la escena de beso en el bar musical, Conrad realiza sendos travellings de aproximación a los protagonistas mostrando en términos puramente cinematográficos la atracción por ellos sentida, y cuando posteriormente se besan se produce un fluído encadenado entre ese momento y otro posterior en el que siguen besándose en la mansión de Duquesne.

c) La puesta en escena de Conrad no resulta efectista y los pocos sustos que acontencen son rápidamente contrarrestados por elementos escenográficos que les restan importancia: un conejo que pertenecía al finado mago aparece como causante de varios de los ruídos que se escuchan en la mansión, un sistema de amplificación del sonido de un magnetófono amplifica sonidos aparentemente fantasmales, un esqueleto artificial surge de un armario de manera sorpresiva aunque finalmente inofensiva...

d) El inicio, en el que observamos al mago en una de sus actuaciones, resulta satisfactorio por su efectividad dramática y adecuada fluidez expositiva.

 

Al margen de estos y otros aciertos en la planificación del filme resulta necesario remarcar el acierto de los guionistas al sortear los tópicos y contribuir a la potenciación del elemento melodramático y romántico*1, desplegando un relato tan original como equilibrado, en detrimento de los aspectos terroríficos que a mi juicio hubiesen convertido a Dos en la guillotina en un ridículo y manido juego efectista.

Otros aspectos positivos son la banda sonora de Max Steiner (fundamentalmente el trágico leitmotiv principal) o la fotografía (excelente iluminación nocturna, y excelente profundidad de campo durante la tarde que los protagonistas disfrutan en el parque de atracciones).

 

Dos en la guillotina cuenta con aspectos negativos propios de la modestia de sus orígenes (artísticos, intelectuales, industriales*2), pero resulta una obra equilibrada, bella, bien realizada, estimulante por inesperados detalles argumentales y escenográficos (incluso existen algunos elementos cómicos como la desaparición del conejo en el desenlace del filme).

 

Puntuación: 2,5/5

 

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1* En esta reflexión disiento de la opinión expresada por Carlos Aguilar en su conocida y excelente guía de cine.

2* La elección de la mediocre actriz Connie Stevens (una de las peores voces con las que un actor haya recitado sus textos) para el papel principal resulta poco afortunada e indudablemente perjudica la construcción dramática del relato.

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