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Crítica número 26: Domador de sirenas (Irving Pichel, 1948)

Crítica número 26: Domador de sirenas (Irving Pichel, 1948)
Un hombre, que está a punto de cumplir los cincuenta años, va con su mujer de vacaciones al caribe. Escucha una canción que parece provenir de una isla lejana. Se acerca con su barca y descubre que se trata de una bellísima sirena. Entre ellos surge una exótica historia de amor, que probablemente les traerá algún problema...

Filme bastante modesto, Domador de sirenas plantea mediante su gracioso argumento una metáfora (superficial, claro está) de las ansias de libertad de los hombres, de sus fantasías sexuales y de la crisis existencial provocada por la edad.
Mediante su tono cómico, algunas veces realmente chistoso por su falsa apariencia de ingenuidad, plantea una trama imaginativa que deja al espectador algunas imágenes para el recuerdo (las escenas marítimas en las que la sirena nada, las graciosas escenas del personaje al que le impiden fumar y arde en deseos de hacerlo).

Ciertamente, Irving Pichel no demuestra demasiada pericia en la composición de los encuadres, en la dirección de actores o en la utilización de los diferentes recursos cinematográficos, pero sí cabe reconocerle que realiza un correcto trabajo ( a excepción de ciertos cortes bruscos entre una escena y otra) y dota a la película de un tono ligero, gracioso y directo. Además él, junto al guionista y productor, saben dotar de más contenido a la obra de lo que parece a priori planteando críticas jocosas a los médicos, a la policía o a la represión en el matrimonio.

Carismática, principalmente por su premisa argumental, Domador de sirenas es un entretenimiento de calidad. De bastante más calidad que otras comedias con más nombre.

 

Puntuación: 2/5

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