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Pasto de tiburones (Howard Hawks, 1932)

Pasto de tiburones (Howard Hawks, 1932)

El puerto de San Diego es un microcosmos del que parten y regresan sin solución de continuidad embarcaciones pesqueras repletas de hombres de todas las nacionalidades. Mike Mascarenhas es un marino portugués orgulloso, vehemente, fanfarrón, noble y generoso (convincente interpretación de Edward G. Robinson) que capitanea uno de aquellos barcos que surcan las aguas, infestadas de tiburones, con el objetivo de pescar atunes.

Mike tiene un amigo, Pipes (Richard Arlen en una interpretación sobria) que le acompaña en sus alegres aventuras pesqueras. Se entienden a la perfección y sobreviven juntos a las penalidades de la vida marina. Los tiburones devoraron la mano izquierda de Mike mientras ayudaba a su amigo a sobrevivir en una de esas azarosas jornadas. Posteriormente se enamora de Quita (encarnada por Zita Johann, quien ya suscitó otro triángulo amoroso acontecido en tierras exóticas con trágicas consecuencias*), hija de un veterano marinero fallecido pasto de los tiburones en otra infortunada ocasión, una joven tentada por un proxeneta, enferma e insegura que agradece la ayuda económica y anímica que el generoso portugués le presta. Ella no le ama pero, en señal de agradecimiento y respeto, accede a contraer matrimonio con el impetuoso marinero, que está enamorado perdidamente. Hombre simpático pero poco atractivo y notoriamente mayor que ella, Mike vive otras jornadas de fortuna y desventura en la mar hasta que un día se enfrenta a la realidad: su joven amigo Pipes y su esposa se aman.

En el ámito en el que se desarrolla la historia sólo los tiburones, sigilosos jueces del destino que simbolizan la lógica de la selección natural, podrán dirimir la disputa entre los dos hombres...

Es Pasto de tiburones (Tiger Shark) un drama romántico en el que destacan la aparición (enriquecedora para la esquemática trama) de temas tan caros al autor como la amistad y la profesionalidad, la descripción precisa aunque poco sutil de los personajes protagonistas, las escenas de carácter documental sobre la pesca y procesamiento de los atunes (no se trata del único elemento que emparenta a este filme con el excelente Clash by night que Fritz Lang rodó en 1952), el atractivo de la presencia de los tiburones como representación alegórica de la cruel pero necesaria selección natural que se producirá entre los dos amigos protagonistas, y algunas muestras de acierto en la labor de puesta en escena por parte de un Howard Hawks que estaba en un periodo de gran inspiración (The criminal code en 1931 y Scarface en el mismo año de producción que el filme objeto del presente análisis o la menos brillante y posterior Barbary Coast (1935), en la que vuelve a utilizar a Edward G. Robinson como personaje de origen exótico inmerso en un triángulo amoroso): durante la escena final en el barco, Mike está en la cubierta disparando incesantemente a unos tiburones. Mientras en el exterior suenan los sonidos de los disparos, Pipes y Quita hablan en un camarote sobre su situación amorosa. Pipes no quiere traicionar a su amigo pero siente un irrefrenable deseo hacia la mujer. En un momento de climax amoroso se besan. Los disparos dejan de escucharse y los dos amantes miran hacia la cámara (primer plano de los dos personajes sostenido durante varios segundos): ellos y el espectador saben que el romance privado ha pasado a ser conocido por Mike, el exterior y el interior se funden y se desata la inexorable tragedia. La suerte del marinero portugués está echada: la selección natural es una regla universal que no afecta unicamente a las especies marinas y del mismo modo que los escuálidos coprotagonistas dan cuenta de los peces más debiles, los hombres como él están destinados a sucumbir ante el vigor de los jóvenes triunfadores...

 

Puntuación: 3/5

 

* En el mismo año de producción del filme reseñado Zita Johann fue anhelada por la momia y por David Manners en la inmortal, inspirada por un influjo fantasmal, misteriosa, prístina y apasionante obra maestra del terror y el romanticismo fou La momia (The mummy, Karl Freund, 1932). 

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