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Crítica número 75: 6 Destinos (Julien Duvivier, 1942)

Crítica número 75: 6 Destinos (Julien Duvivier, 1942)

6 Destinos o, con más fidelidad, Historias de Manhattan es un filme compuesto por episodios que tienen como trasfondo común el conflicto entre realidad y apariencia, entre convención y sinceridad, entre la integridad y el oportunismo. Un frac irá cambiando de manos y servirá como elemento de cohesión y enlace entre historias que tienen como protagonistas a seres que viven en un mundo de sombras irreales, fantasmagorías provocadas por el advenimiento de la vida moderna e inseguridades en un presente de incertezas.

Una vida que ofrece innumerables ventajas y desventajas pero que, en todo caso, supone un cambio definitivo para el ser humano; el alejamiento de lo natural, de lo verdaderamente esencial, para sumergirse en las artificiosidades propias del progreso urbano.

Este tipo de relatos poseen problemas consustanciales a su estructura, siendo el principal de ellos la dificultad de articular una narración cohesionada que posea la suficiente intensidad y profundidad. Julien Duvivier logra soslayar parcialmente estas dificultades y entrega una interesante obra con indudables aciertos y algunos defectos que la alejan de la excelencia. Se puede afirmar que en ella coexisten episodios de buena calidad (la graciosa y ágil historieta cómica de la liga anti - alcohol, la historia del músico protagonizada por un excelente Charles Laughton), notables (el episodio que tiene como protagonista al mendigo con un pasado trágico encarnado por Edward G. Robinson), mediocres (la historia de los novios y los amantes, el epílogo en el poblado negro) y excelentes (la historia del galán encarnado por Boyer).

 

En este último episodio citado en el párrafo precedente se manifiestan los mayores logros de todo el metraje. Duvivier consigue el ritmo adecuado, una extraña, mágica y atrayente atmósfera (v.g. salón dedicado a la cacería que envuelve a los personajes con cuernos de venados), un magnífico dibujo de los personajes y logra que los recursos técnicos se integren a la perfección en lo relatado (es necesario destacar ideas que refuerzan la narración como el oscurecimiento lumínico en la primera aparición de Thomas Mitchell, el movimiento de la cámara por la sala antes citada y los planos de detalle de las nerviosas manos de los tres protagonistas en el clímax del relato). Una auténtica delicia que supone una apertura magnífica para el filme y deja entrever las cualidades de su autor y su equipo técnico (excelente labor fotográfica de Joseph Walker) .

En cambio, en otros episodios se dan cita los más desesperantes y molestos defectos. El excesivo interés por mostrar la moraleja final hace del episodio ambientado en el poblado negro una narración previsible, plana y nada satisfactoria que sólo posee interés en su aspecto plástico. El episodio romántico-cómico protagonizado por Fonda y Rogers supone un jueguecito insulso de escasa entidad y deficiente conclusión, incluso aparecen defectos de inconsistencia y superficialidad en buenos episodios como el del mendigo (excesivo maniqueismo, simplificación y reiteración en el comportamiento de los antiguos alumnos durante la cena).

Sería de mi agrado analizar cada episodio de manera individual y profundizar en sus aciertos y defectos mas, por razones de espacio, lo dicho con anterioridad sirve para hacerse una idea aproximada de los rasgos que definen a esta interesante pero irregular obra.

 

Puntuación: 2,5/5

 

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