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El oeste en el cine

El oeste en el cine

 

  

Desiertos, rocas, poblados, bares, indios, hogueras en la noche, violencia, amistad, grandes cielos azules, diligencias, trenes, pioneros, oro, leyendas, ganado, vaqueros: elementos que definen al cine del oeste o “western”.  En este artículo realizaremos un breve recorrido por su historia y películas. 

 

El cine nació de manera oficial el 28 de diciembre de 1895 cuando los hermanos  Lumière enseñaron pequeños fragmentos de grabaciones a los espectadores del “Salon Indien” de París. Se trataba de escenas cotidianas, no muy alejadas temáticamente de lo que se podía observar en pinturas o fotografías, la diferencia era el movimiento. Uno de los primeros géneros temáticos en surgir en ese incipiente arte fue el del oeste.

  Nacimiento: relatos realistas  

El cine del  oeste surgió como reflejo documental de una época histórica. Cuando se rodó la primera película del género (Asalto y robo de un tren, Edwin S. Porter, 1903) todavía existían cowboys reales y las hazañas de seres legendarios como Wyatt Earp (agente de la ley conocido por su mano dura contra los que infringían la ley y por su intervención en el famoso duelo en O.K Corral), el General Custer o Búfalo Hill aún estaban recientes en la memoria de la población. El western era pues un género de actualidad y giraba en torno a la acción ( tiroteos, búsqueda de oro, ganado…).

 

Las primeras  películas causaron euforia y agradaron al público. Los argumentos mínimos, el realismo y la preponderancia de la acción las hacían un entretenimiento de primer nivel que además trataba temas muy americanos.

  Crisis, desarrollo y declive final 

Cuando los primeros años pasaron el público y las productoras dejaron de confiar en el género, relegándolo a producciones de bajo presupuesto, con malos guiones y actores. Las películas del oeste ya no eran interesantes, se habían quedado anticuadas pues se ceñían a una época muy concreta que poco a poco se estaba alejando. Era necesario dotar al género de historias universales, atemporales, ficticias, novedosas.

 

En 1939 el género resucitó y volvió a estar de actualidad gracias al éxito de dos obras clave de dos de los directores más importantes de la historia del cine americano: “La diligencia” de John Ford, la cual lanzó definitivamente al estrellato a John Wayne, y “Dodge City, ciudad sin ley” de Michael Curtiz, con radiantes imágenes a todo color y el debut de Errol Flinn en este tipo de películas.    

  

   A partir de este año el western se erigió como el género americano por excelencia, se trataba de un tipo de películas ambientadas en una época histórica ya pretérita que se iba mitificando paulatinamente. El western era el equivalente temático a la edad media europea o a  la época feudal japonesa.

Poco a poco los argumentos se fueron sobrecargando de personajes muy bien delimitados psicológicamente, de drama, de escenas de reprimida sexualidad, de paisajes en todo su esplendor, de historias de amor universales. El género iba madurando, enriqueciendo su universo: en las décadas de los cuarenta  y de los cincuenta  aparecían westerns desenfadados, violentos, naturalistas, románticos, melodramáticos, tragedias griegas ambientadas en el oeste, westerns musicales…

 

El desarrollo temático de las películas del oeste propició que surgieran en las siguientes décadas  películas críticas, que desmitificaban figuras que habían constituido el núcleo de este tipo de cine en el pasado y que de paso criticaban duramente el tradicionalismo social americano. El género había perdido su inocencia, el clima crítico generado por la guerra de Vietnam  y sus posteriores efectos políticos hicieron que se criticara a las películas con esta temática y se vieran como restos acartonados del pasado.

Desde finales de los setenta a nuestros días sólo contadas películas han vuelto a mostrarnos el oeste. A pesar de ello el género no ha muerto para el público: cada día millones de espectadores ven La diligencia, Centauros del desierto, Raíces profundas o Murieron con las botas puestas.

 

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