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Crítica número 91: Candilejas (Charles Chaplin, 1952)

Crítica número 91: Candilejas (Charles Chaplin, 1952)

El lenguaje cinematográfico es un arte de luz y movimiento que potencia, mediante su adecuada utilización, lo que se intenta  exponer. Candilejas es un filme que desea transmitir un mensaje emotivo, nacido de las entrañas del doloroso estertor artístico de su autor, de la conciencia de la decadencia más otoñal...

Lamentablemente las mejores intenciones, a pesar de ser valorables en un ámbito metafísico, no son material suficiente para erigir obras cinematográficas que, mediante la adecuada armonización de forma y fondo, logren su objetivo con plenitud.

Candilejas es un drama excesívamente evidente, con un conflicto y mensaje subrayados (especialmente en su primera parte, que transcurre en la habitación) continuamente por  redundantes diálogos que sustituyen al trabajo de puesta en escena y que constituyen un inocuo folletín, apología moralizante. Reiteraciones innecesarias, excesiva duración de algunos fragmentos, nula integración entre la forma y el fondo de lo que se quiere transmitir... La abundancia de diálogos se presenta en relación inversamente proporcional a la utilización de recursos verdaderamente expresivos.

A pesar de que lo que se quiere narrar alcanza tanta importancia que, en algunos momentos, el lenguaje puramente cinematográfico parece desvanecerse en las aguas de lo discursivo, el espíritu artístico de Chaplin emerge en otros para expresar visualmente lo que no se ha conseguido transmitir con cientos, miles de palabras... Ejemplos de esto último son escenas como la final,  en la que la planificación de la muerte del personaje principal potencia el drama (resulta poético ver al personaje principal muerto, sentado,  colocado mirando al escenario, frente a su amada joven en una comunicación eterna entre la vida, la muerte, el amor y el arte), el atractivo plano secuencia de apertura, o la escena en la que, después de la prueba de baile a la que someten a la joven, el personaje permanece entre la penumbra y su mirada llorosa anuncia el fin de su existencia...

Filme irregular, de importante valor metacinematográfico, languidece cuando se aleja de lo cinematográfico para adentrarse en lo discursivo y, al contrario,  rejuvenece y se erige en un filme de notable calidad cuando se adentra en la luz, el movimiento, la utilización del espacio escénico y otros elementos que conforman el nucleo de nuestro amado arte. 

  

Puntuación: 3/5          

1 comentario

Angel -

En mi opinión es la mejor película de la etapa sonora de Chaplin. No obstante, estoy de acuerdo contigo en que a veces se recurre demasiado al subrayado.

Un saludo