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Crítica número 85: Huracán sobre la isla (John Ford, 1937)

Crítica número 85: Huracán sobre la isla (John Ford, 1937)

Es práctica habitual en la crítica cinematográfica la repetición de tópicos vacuos que, paulatinamente, se erigen en argumentos fáciles para desprestigiar o loar a directores o a determinados filmes en un ejercicio de desidia analítica lamentable. Desde gran parte de la crítica, mediante afirmaciones que denotan poca profundización en la obra comentada, se ha despachado a Huracán sobre la isla calificándolo como filme más o menos genérico, tópico, cuya virtud más destacable es la escena final del huracán que le da nombre... Nada más lejos de la realidad.

Después de contemplarla detenidamente, esta obra realizada en 1937 ha desplegado ante mis ojos una serie de virtudes incuestionables que la emparentan en cuanto a expresividad cinematográfica a obras tan incuestionables y reconocidas como lo fue en el cine mudo Amanecer de Murnau.

Huracán sobre la isla es un filme de excelsa calidad en el que la capacidad narrativa de John Ford se despliega con intensidad en cada minuto del metraje. Esa capacidad del autor consiste, entre otras características que no expondré por no ser esta reseña el medio más adecuado, en dotar a cualquier escena (por poco enjundiosa que parezca a priori) de un contenido humanístico inusitado a través de su depurado sentido cinematográfico y en una utilización nada gratuita de la técnica, entendida como un medio definitivo de expresión estética de la realidad.

La capacidad de John Ford para introducir con pasmosa naturalidad una profusión de pequeños matices que humanizan a los personajes, su indiscutible talento en el tratamiento tonal de las situaciones de un filme y, en definitiva, su indudable sentido espontaneo del equilibrio entre contenido y continente, entre fondo y forma, se muestran de manera patente, incluso de manera exacerbada, en la obra maestra, en el logro absoluto y radiante que es objeto de análisis (o elogio interminable) en el presente texto.

 Además de ignorar las cualidades antes expuestas, esa parte de la crítica a la que he aludido al principio, afirma sin ningún temor intelectual que Huracán sobre la isla es una obra de temática tópica sin demasiada importancia, ignorando que tanto el argumento del filme (amor, sufrimiento y libertad) como su temática de fondo (conflicto entre civilización e instinto) poseen relevancia universal y perenne, siendo necesario afirmar con rotundidad la excelente labor de Dudley Nichols (autor de guiones tan famosos como el de la también fordiana La diligencia, Perversidad de Fritz Lang o de la hawksiana Río de Sangre) en la elaboración de un guión rico en matices y en aciertos (provenientes en algunos casos de la novela * en la que se basa dicho texto).

Desmentidas estas superficialidades críticas y habiendo afirmado que Huracán sobre la isla es una obra de base argumental nada tópica (al menos en el sentido peyorativo de la palabra) en la que se manifiesta con nitidez el conjunto de virtudes que definen a grandes rasgos la capacidad narrativa de su autor, es necesario explicar la estructura de la obra y sus principales características artísticas:

1. La parte inicial del filme nos muestra la vida de una serie de personajes en una tranquila isla en los mares del sur, un relato de carácter bucólico y romántico que se despliega mediante imágenes de sincera expresividad y belleza visual, cabiendo destacar la escena del desembarco (una especie de ritual pagano solemnizado por la música de Alfred Newman), la del matrimonio (excelente escena en la que se muestra la convivencia pacífica entre las religiones autóctona y cristiana) y la del amanecer posterior a la noche de boda (de una mágica, luminosa placidez y sensualidad).

2. El fime continúa con una segunda parte que muestra, en un cambio radical en el tono mantenido hasta ese momento, el cautiverio del protagonista en Tahití. Las imágenes de fuerte estética expresionista muestran con intensidad las consecuencias de ese cautiverio, el sufrimiento, el dolor físico y moral, los padecimientos de un hombre acostumbrado a la libertad que brinda la naturaleza (libre como un ave, se afirmará en cierto momento del filme en un acierto indiscutible del guión) en contraposición a las limitaciones impuestas por lo urbano.

3. Después de ese dramático bloque central se despliega un tercer bloque que concluirá la narración, caracterizado por contener el fragmento en el que se desencadena un temible huracán en la isla. Se trata de una escena de gran elaboración formal profundamente integrada en la trama argumental, incluso hasta el punto de desarrollar, completar la evolución y conclusión de los asuntos expuestos hasta ese momento. El filme alcanza, durante esas escenas colosalistas teóricamente destinadas a la sorpresa fácil o al efectismo más gratuito, algunos de los momentos de más intensidad dramática y lírica de todo el filme. Resulta un escena excepcional no sólo únicamente por la espectacularidad y veracidad alcanzadas en la ejecución de los efectos especiales, sino por su inesperada eficacia dramática mezclando intimismo y espectáculo en una unión poco habitual.

Este somero  análisis (he omitido conscientemente, para no alargar en exceso esta reseña, elementos como la excelente banda sonora de Alfred Newman*2, las interpretaciones o la labor fotográfica) de algunas de las características de Huracán sobre la isla espero que suponga un nuevo comienzo crítico para una de las mejores obras de John Ford y de la cinematografía universal.

Puntuación: 5/5

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*1. Guión basado en una novela de Charles Nordhoff y J.N. Hall, autores recordados principalmente por su trilogía del motín de la Bounty.

* 2. Banda sonora que expone un tema principal romántico de similares características (preparación, inicio ascendente y conclusión descendente del tema principal, profundo y desesperado lirismo romántico) al de la famosa escena de la muerte por amor de la ópera  Tristán e Isolda de Wagner, pasado por el tamiz exótico exigido por la narración.  

1 comentario

Antonio -

No conocía este filme. Gracias por la recomendación.
Mi predilecta de John Ford es sin duda La ruta del tabaco, una verdadera maravilla.